Relatos ganadores de «La Malvaloca»

Año 2023

Autora: Iris Carrasco Campos

Título: «Descalza»

Aquel día sólo pensaba en mi madre. Me la imaginaba embarazada, acariciando su piel y
susurrando palabras de amor a su vientre. Nutriendo de afecto cada célula de mi cuerpo,
enseñándome a amar y a ser amada. Y así iba yo por el mundo…hasta que te conocí y
desaprendí todo lo enseñado.
Aquel día, tras el olor a miedo habitual, mi cuerpo dolorido me gritó: “huye”. Y eché a
correr sin zapatos. Corrí calle abajo con la fuerza de una leona. Corrí por los besos de mi
madre, por todos los atardeceres; por la risa de Nuria, por Paca y Elena; por los batidos
de chocolate, y las tortillas de mi abuela; por el silbar de mi padre y por los días que
vendrán. Esquivando farolas e imaginando nubes, maletas y música en mis pies, corrí
hasta llegar a comisaría. Ante esa puerta, y con el cuerpo roto, pude sentir mi vida
comenzar de nuevo, floreciendo aún. Descalza.

Año 2022

Autor: Eloy Calvo Pérez
Título: «Nuevo año, nueva vida»

Cuando se sentó delante del televisor faltaban un par de minutos para las doce y los presentadores se aprestaban a dar las últimas instrucciones con las uvas ya en sus manos.
Con la primera campanada acudió a su mente el primero de los desprecios. Cuando sonó la segunda no pudo evitar escuchar el torrente de insultos que le siguieron y con las siguientes campanadas hicieron acto de presencia, por riguroso orden, las humillaciones, los zarandeos, los moratones, las bofetadas, los puñetazos y la fractura de muñeca.
El eco de la novena campanada le llegó desde el hospital en el que tuvo que ser atendida y mientras la décima y undécima uva rozaban sus labios, una agente de policía rellenaba, solícita, el impreso de la denuncia.
Justo cuando, con pulso firme, su mano izquierda rubricaba el escrito escuchó la campanada que inauguraba el primer año de su nueva vida. Cogió la copa y brindó por ello.


Año 2021

Autora: María Nieves Angulo Salazar
Título: «Manzanas de Otoño»

Te observaba mientras recolectabas las manzanas del huerto. Y me sentía como ellas: manoseada, calibrada, útil en función de mi dulzura, rechazada cuando no cumplía tus expectativas; un objeto sin otro valor que el que te dignaras concederme. Arrojaste al suelo una manzanita insignificante, la aplastaste bajo una de tus botas…
Al verlo me eché a llorar y, con el corazón encogido de miedo, salí huyendo del huerto. Corrí hasta que la angustia se trocó en rabia. Y la rabia me enseñó que aún no era tarde para sacudirme el barro sucio de tus botas.


Año 2020

Autor: Alberto Palacios Santos
Título: «Heroínas de papel»

Fue Penélope, y no Ulises, la que se lanzó a la aventura en vez de esperarle, tejiendo y destejiendo, en Ítaca.
Fue Dulcinea la que, a lomos de Rocinante, recorrió las llanuras de La Manca buscando desfacer entuertos, en vez de aguardar en El Toboso noticias de Don Quijote.
Y fue Beatriz la que escribió poemas de amor a Dante, y Julieta la que subió al balcón de Romeo, y Melibea la que sedujo a Calixto con una pócima de amor.
Fueron ellas las que tomaron la pluma, las riendas, el timón… y entonces todo fue diferente en el hogar, en el trabajo, en la sociedad, en el amor.
Y entonces, por fin, el mundo cambió.


Año 2019

Autora: Julia Sala Costa
Título: «Reencuentro»

El abogado de oficio en cuya casa me he refugiado estos últimos días me ha llevado a recoger la sentencia. Está seguro de que todo va a salir bien y que, hoy mismo, podré  volver con Violeta. He esperado en el coche temblando.  
Yo solo quiero reunirme con ella. Sé que no fui valiente, que cuando oía sus gritos y veía cómo aquel hombre la golpeaba, tenía tanto miedo que corría a esconderme tras las cortinas e incluso me orinaba en cualquier sitio.
Manuel ha salido del Juzgado muy contento y casi me espachurra con un abrazo. Luego ha llamado por teléfono y le ha dicho que recoja sus cosas de  la “casa de acogida” porque puede regresar a casa y que vaya aparcando el miedo porque jamás nadie volverá a pegarle. Yo, de alegría, me he puesto a dar vueltas en el asiento trasero  y he empezado a ladrar para que me oyera.


Año 2018

Autora: Yolanda Ruiz Argüeso
Título: «En la Marquesina»

Durante los ensayos previos al estreno del espectáculo sufrí un percance cayéndome de bruces y desfigurándome el rostro.
Afortunadamente no me había roto nada y con maquillaje podía disimularlo. Para resarcirme del incidente decidí darme un capricho comprándome unos zapatos de charol violetas que estrené en el acto.
Me senté en la marquesina junto a una anciana y una niña, que imaginé su nieta. La pequeña contempló mis zapatos. Parecieron gustarle tanto como a mí.
Sus ojos curiosos se abrieron como crisálidas al verme la cara.
Cuchicheó en el oído de su abuela que me dijo: «Pasaron ya los tiempos viles en que las vidas de las mujeres, encerradas en valles ciegos, estaban sometidas a la furia ruin, la vergüenza y el silencio. Hay que denunciar las agresiones porque no es no».
La niña asintió con aprobación. Aquel equívoco me llevó a comprobar que tres generaciones teníamos la misma convicción. El charol violeta resplandeció en la marquesina.


Año 2017

Autora: Enestina Tatti Araujo
Título: «Receta de amor»

Mi abuela fue y, probablemente, será una de las mujeres más importantes de mi vida. Supongo que en eso se convierten las personas que nos marcan tanto. Antes de irse a dondequiera que se vaya después de la vida, consciente de que su hora llegaba, me entregó un papel en el que había anotado una receta. Ella era una excelente cocinera, cosa que no ni he sido, ni seré. Aun así insistió en entregarme «la receta del amor». Me explicó que la guardara para cuando el amor pateara a mi puerta y que no olvidase ni uno solo de los ingredientes, ni cantidades de aquella lista.

«Receta del amor:
1. Hectáreas de libertad
2. Todos los libros que caben en el mar de respeto
3. Toneladas infinitas de cariño.
Porque el amor se basa en el respeto, se mantiene con cariño y te hace libre. No lo olvides.»


Año 2016

Autora: Ana Belén Martínez.
Título: «Demasiadas cuentas»

Durante el forcejeo fueron tantas las cuentas del collar que cayeron al suelo, que ella tuvo tiempo de reflexionar mientras se arrodillaba y las recogía.
Las veía pasar desde una mano a la otra. Con una las rescataba de los rincones y la otra hacía las veces de cuenco. No quería levantar la cabeza. Sabía que tenía una tregua que solo duraría esos breves instantes. Y sabía lo que vendría después. Con cada cuenta un pensamiento. A ella nadie la iba a rescatar. Éste fue el primero. Una seguridad firme y completa lo llenó todo de repente. A ella nadie la iba a rescatar. Se repitió. Nadie le iba a dar un cuenco donde refugiarse ni la sacaría de esas esquinas de angustia. Tras este pensamiento, como en un lucha convulsa, comenzaron a agolparse todos los demás. De pronto, de manera súbita, igual que una cascada incontenible, a la vez que sus latidos se aceleraban sin control: la primera falta de respeto que no debió de soportar, la perplejidad ante lo inesperado, el miedo en un alma que se vaciaba cada día, la tristeza que se había instalado en todos los recodos, la inseguridad en cada gesto y, sobre todo, la opresión. Ésa que venía desde fuera y la que le había nacido en el pecho. Y que nunca se iba. Cerró los ojos. Respiró con ansia. Un segundo más para encontrar el valor.
Cuando se incorporó le miró por ultima vez. Cuenta por cuenta.